martes, 18 de marzo de 2014

Máquina de vapor en Escocia

James Watt ingeniero e inventor. Era un muchacho muy aplicado para las matemáticas y aprendió mucho en el taller de su padre. En 1705, se desarrolló la llamada máquina de vapor atmosférica creada por Thomas Newcomen, la idea fundamental de su máquina era aprovechar de manera económica el vapor desarrollado por la combustión de fósiles naturales. Pero quien inventó la Maquina de vapor que realmente revolucionó al mundo fue el mecánico escocés James Watt, quien mejoró notablemente la máquina de vapor. El fue el que se consideró el inventor de la máquina de vapor aunque realmente fue una máquina basada en la de Newcomen. 
Este condensador era conectado a un tubo externo con forma cilíndrica, al cual se le tapaba ambos extremos. Usando este mecanismo, la máquina de Watt  lograba que el cilindro siempre se mantuviera caliente, por tanto, el ahorro de la energía proporcionada por la leña o el carbón, era superior a lo logrado por la máquina de Newcomen. Con ello se evitaba la pérdida de calor.

La primera máquina de vapor que inventó Watt, vio la luz en 1774. Gracias a la ayuda económica de Matthew Boulton. Ambos crearon una firma, para explotar la patente de la máquina de vapor recién creada. Podemos señalar a James Watt como el que inventó la máquina de vapor que todos conocemos, sin desconocer todos los diseños del pasado.




En 1781 desarrolló su segunda versión de la máquina de vapor, de doble efecto: agregándose la cordera de apertura y cierre de válvulas en 1782 y la mejora del mecanismo biela-manivela para convertir movimiento rectilíneo alternativo en rotatorio en 1783, con lo que la máquina adquirió niveles de practicidad y confiabilidad que le hicieron servir de base motriz para máquinas textiles y otros dispositivos mas avanzados. La de Newcomen no había tenido difusión por tener muy bajo rendimiento. El especial significado que tiene este desarollo, es que nunca el hombre había contado con una máquina que le suministrara energía en forma confiable, sin recurrir a su propia fuerza ni a la de los animales. 

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